Por: Victoria Guevara


La moda es un fenómeno cultural que teje el entramado social, su evolución ha sido un desfile que tuvo sus inicios en un fin puramente utilitario, y se ha paseado a lo largo de los tiempos por diversas estéticas que hablan de la historia y los valores de las sociedades que la portan. En pleno 2023, la moda más allá de su fin práctico es por sobre todas las cosas un medio de expresión que toma un carácter casi político.

Izquierda Créditos: Collis, Pexels, libre de derechos / Derecha Créditos: wmagazine.com, The Street Style at Stockholm Fashion Week, Pinterest

Mucho más que modelos y pasarelas

En 1860 se presenta por primera vez lo que hoy conocemos como un desfile de moda; para entonces el hito fue que los vestidos se exhibieron en modelos vivas en lugar de maniquíes. En aquel momento, la moda tenía un espíritu de elitismo sólo accesible para personas de la alta sociedad, que hacían sus piezas a medida de la mano de los modistos de la época. Hoy en contraste, la sociedad entera sin distinción de clases es de alguna forma partícipe de la moda. Las empresas que lideran la industria se han ocupado con particular empeño desde finales del siglo XX de la “democratización” de la moda, poniendo al alcance de casi todas las billeteras posibles vestimenta prêt-à- porter.

Es así como la moda mueve cada año 2,4 billones de dólares en el mundo, emplea a aproximadamente 75 millones de personas y presenta un crecimiento sostenido. Está claro que esta maquinaria incluye a muchos más que modelos y diseñadores tras la bambalina de la pasarela, se trata de empresarios y emprendedores, proveedores, confeccionistas, artesanos, comunicadores, activistas, académicos, y por supuesto, consumidores.

Créditos: Elio Santos (@eliomendes), Unsplash, libre de derechos.

La academia y su rol articulador

Uno de los actores que tiene oportunidad de revolucionar los patrones que resulten en una manufactura más sostenible, es sin duda la academia; universidades, institutos, fundaciones, centros de educación tecnológica y oficios; quienes, desde la formación de los nuevos protagonistas y el aporte de una visión sistémica del negocio, tienen la responsabilidad de diseñar la moda del mañana. 

La academia tiene un rol fundamental en el impulso de tejer una red de moda sostenible, y no precisamente porque sea el eje único del conocimiento. Su fortaleza tiene más que ver con la posibilidad de transformar sin la vorágine de las temporadas, las tendencias y el número en la facturación que apremia a los que ya están del lado del negocio; y es ahí donde los emprendedores mejor intencionados, y los artesanos más generosos necesitan de ese esfuerzo de convocatoria para seguir remendando en conjunto la mirada holística que tanta falta le hace a la moda.

Una mirada que incluya mucho más que la creación con fines estéticos, sino que también abarque el cuidado del entorno desde lo ambiental y social, una moda que cuide el material que se usa y su procedencia, la técnica de confección, el aprovechamiento de los recursos tanto materiales como energéticos, hasta la previsión de la vida útil de la prenda y su potencial como materia prima para nuevas creaciones. Todo esto sin descuidar de la persona que se ocupa de producir y el valor de su trabajo.

Ciertamente es una labor titánica, por eso la necesidad de intercambiar experiencias desde la teoría a la práctica, del diseño a la confección, de la academia a la industria, y a su vez a la inversa. Porque en el encuentro de saberes y distintas caras del negocio, es donde se puede avanzar, anticipando desafíos y vislumbrando las oportunidades que las diferentes perspectivas han descubierto por su cuenta y aguja.

Créditos: Cottonbro Studio, Pexels, libre de derechos.

El denominador común

Considerando que, de todos los actores posibles, el grueso del impacto social y ambiental sigue estando en manos de unos pocos empresarios que lideran el mercado, queda claro que el único camino posible es el que hilvanamos siendo red, sin perder de vista que más allá de todas las facetas posibles; diseñadores, confeccionistas, activistas o emprendedores, somos todos y, ante todo: consumidores, y es ese el denominador común entre lo que frena y desata el cambio.

Elegir con la conciencia de que cada prenda es un voto por perpetuar una u otra forma de hacer moda debe ser la razón primera que nos convoque.