Escrito por: Noticias de Universo MOLA

Por Fedra Mauri & Ana María Muñiz – Voces del #UniversoMOLA Argentina

El mundo está cambiando, el clima está cambiando, por lo que nosotros debemos cambiar para poder seguir viviendo en él.

 1 – Un poco de historia 

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fueron creados en la Conferencia  de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, en el 2012 en Río de Janeiro – Brasil. Su propósito fue crear un conjunto de objetivos mundiales (17) que dieran respuesta a los urgentes desafíos ambientales, políticos y económicos.

En el 2015 se celebró la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 21) que junto con el Marco de Sendai (Japón 2015) crearon un conjunto de normas comunes y metas viables para reducir las emisiones de carbono y gestionar los riesgos de cambio climático. 

El 20 de septiembre del corriente año, los países miembros de la ONU volverán a reunirse en una cumbre sobre el clima, con la finalidad de informar, evaluar e incrementar los cambios realizados hasta el presente.

Gráfico corresponde al informe de la OMS – Reproducido por Europa press 27/9/2016

2 – Calentamiento global y moda, ¿qué está pasando? 

El término calentamiento global se refiere al aumento gradual de las temperaturas medias, tanto de la atmósfera como de los océanos del planeta. Este incremento se debe al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero como consecuencia de causas naturales (actividad solar, ciclos climáticos, etc) pero, fundamentalmente como consecuencia de las actividades humanas (aumento de gases de efecto invernadero, provocado por la emisión de dióxido de carbono, deforestación, uso de fertilizantes industriales, emisión de gas metano, etc).

La emisión de dióxido de carbono que afecta el cambio climático sigue en aumento. En el 2017 ya había llegado a 407 ppm y en mayo de 2018 cerró en 412, siendo el límite crítico para afectar a la humanidad de 450 ppm (Dato brindado por Lic. Alejandra Cámara)

Así, llegamos a la huella ecológica: representa el total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir y absorber los residuos que genera un ciudadano de una determinada comunidad. De esta manera, la huella ecológica se transforma en un indicador de sostenibilidad.

Campaña “DETOX” de Greenpeace.

El término sostenibilidad, por su parte,  implica el satisfacer a las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las propias, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social.

El objetivo número 12 de la Agenda 2030 (al que MOLA adhiere) propone una “Producción y un consumo responsable” siendo la industria textil y de la moda una actividad productiva con varios sectores económicos involucrados (agricultura, ganadería, hilado, teñido, comercialización, entre otros) dejando en todo este proceso una gran huella ecológica a disminuir.

Si bien no existen datos exactos sobre la contaminación producto de la Industria textil y de la moda; según datos relevados, podemos constatar que es una industria altamente contaminante. Consume grandes cantidades de agua y energía y libera sus residuos al ambiente.

(Greenpeace, a través de su campaña Detox, insta a las empresas textiles a no utilizar elementos químicos contaminantes. Allí enumera 11 sustancias a eliminar antes del 2020: alquifenoles, ftalatos, retardantes de llama bromados y clorados, colorantes azoicos, compuestos orgánicos de estaño, perfluorados, clorobencenos, disolventes clorados, clorofenoles y las parafinas cloradas  de cadena corta).

Algunos datos alarmantes:

  • Para producir un kilo de algodón se necesitan 10.000 litros de agua (la cantidad que un humano tomaría en 10 años). Con esa cantidad de algodón solo se puede confeccionar un único par de Jean. (Arjen Hoekstra, profesor de Gestión del Agua de Hábitos y costumbres en el modelo productivo y quien creó el concepto de huella hídrica). Preocupados por el impacto ambiental, algunas  firmas productoras de jean incorporan nueva tecnología, buscando disminuir su impacto. Citamos como ejemplo a la Firma Santista Textil (Brasil) o Levi’s a través de su proyecto Project F.L.X.
  • Los campos de algodón representan el 24% de los pesticidas a nivel global. (Fuente Unesco). A una producción de 25 millones de toneladas al año, el algodón es uno de los cuatro principales cultivos de OGM (organismos genéticamente modificados) y casi el 95% de la producción mundial es OGM o no se cultiva de forma sostenible. 
  • Según la Fundación Ellen MacArthur se estima que la industria textil recicla sólo el 1% de lo que produce. Por lo tanto, cada segundo se quema un camión repleto de ropa desechada.
  • La industria textil produce el 20% de las aguas residuales.
  • Las fibras plásticas usadas, tanto en la producción de las prendas como para lavarlas en su etapa útil,  terminan en el océano en un  equivalente por año a 50.000 millones de botellas. De esta manera, afectan no sólo a la salud hídrica, sino también causa la muerte de la flora y fauna que allí habitan, y, finalmente,llegan a formar parte de nuestra propia alimentación.

    Y la lista continúa.

Asia Central: Mar de Aral. Antiguamente, era uno de los cuatro lagos más grandes del mundo, con una superficie de 68 000 km².
En la actualidad, el mar de Aral se ha reducido a menos del 10 % de su tamaño original, utilizado en su mayoría para riego de cultivo de algodón.

3 – Impacto social

La industria textil emplea una gran cantidad de mano de obra femenina. y también infantil. Se estima que tanto en Asia como en América Latina entre el 20 y el 60% de la producción de indumentaria, especialmente de ropa para niños y mujeres, se produce a domicilio (Chen, Sebstad y O’Connell 1999).

4 – Y por casa… ¿cómo andamos?

La industria textil es una industria muy informal, conforme a los relevamientos realizados por la Organización Social La Alameda

Las cifras que manejan son contundentes. Según su informe, el 78% de las prendas que se fabrican en Argentina provienen de talleres clandestinos, donde existen prácticas de trabajo forzoso, precario o directamente esclavo.

La mayor parte de estos talleres se encuentran en Buenos Aires, donde se calculan en un número de 3000 y llegarían a 30.000 las personas usadas como mano de obra esclava.

En provincia de Buenos Aires se habla de 20.000 y en el interior se concentran en ciudades como Rosario y Córdoba.

Los trabajadores bajo estas circunstancias ilegales, son muchas veces extranjeros en situación de vulnerabilidad, quienes son traídos bajo engaños. Se les promete casa, comida, estudio para los hijos, y buena paga. Cuando llegan a destino, se les retira la documentación , quedando a merced de sus esclavistas empleadores. Les cobran casa, comida y pasajes. Son sometidos a horarios extensos, (entre 12, 14 y 18 horas), dependiendo de la productividad. Habitan los mismos talleres donde trabajan, hacinados en pequeñas habitaciones.

Desde la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), respaldan estas cifras. “Se estiman en 25.000 las personas en la ciudad que trabajan en la informalidad y en 5.000 las que lo hacen en condiciones de esclavitud», dice Claudio Drescher, presidente de esa entidad.

Taller clandestino de la calle Paez, del barrio de Flores (CABA), donde murieron los menores Rodrigo y Rolando Menchaca el 27 de abril de 2015.

Al mismo tiempo que esto sucede con la industria textil masiva, nos encontramos con diseñadores, productores y, emprendedores  que trabajan, individual y colectivamente tras un cambio consciente y necesario. Varias empresas incluso, ya van tras los marcadores del triple impacto, donde el eje ya no pasa sólo por la búsqueda de la rentabilidad, sino también por un desarrollo donde el rédito se genere sin comprometer los recursos. Es un modelo basado en tres conceptos: valor económico, mirada social e impacto ambiental. (El pasado 6 de diciembre, la llamada Ley Bic, obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados de la Nación y espera por su tratamiento en el Senado.)

Por otra parte, los científicos también buscan, desde sus laboratorios, la creación de nuevos textiles que parten de los desechos de la industria agrícola, cáscaras, residuos de yerba mate, algas e incluso bacterias, hongos y levaduras (bio textiles).

5 – Conclusión

Como trabajadores y consumidores en la industria de la moda, somos responsables de tomar cartas en el asunto. Tenemos la obligación de trabajar en ello, por un consumo y producción orgánica y responsable, impactando positivamente en nuestras acciones tanto en lo social como en lo ambiental y en colaboración con la comunidad en la que estamos inmersos, favoreciendo el mercado de nuestra economía local.