Por Paz Coliguante
La moda sostenible no empieza cuando elegimos comprar mejor, sino cuando decidimos cuidar lo que ya tenemos. En un mundo marcado por el consumo acelerado y el descarte rápido, sostener, reparar y preservar se vuelven poderosos actos activistas. Cuidar nuestra ropa es mucho más que una rutina doméstica: es una forma de involucrarnos con nuestro estilo, con nuestro entorno y con el futuro del planeta.
Porque cuidar es valorar. Y lo que valoramos, lo preservamos.
Quizás lo que no vemos cada vez que compramos una prenda nueva es su impacto. La industria textil es una de las más contaminantes del mundo: utiliza el 20% del agua residual global, produce el 10% de las emisiones de carbono del planeta, y se estima que cada segundo se entierra o incinera el equivalente a un camión de basura lleno de textiles. Fabricar una sola camiseta puede requerir más de 2.700 litros de agua, y un par de jeans, hasta 33.4 kilovatios hora de energía.
Ante esto, el cuidado se convierte en un acto revolucionario. Porque cada vez que decidimos no reemplazar una prenda, sino extender su vida útil, estamos reduciendo la necesidad de producir una nueva. Y eso tiene un impacto real, medible y transformador.
Todo empieza por algo simple: leer la etiqueta. Esta pequeña guía contiene símbolos que nos indican cómo lavar, secar, planchar o incluso si se puede usar blanqueador. Son instrucciones para respetar la integridad de las fibras y acompañar la vida útil de la prenda. Usar agua fría, evitar la secadora, tender a la sombra o invertir la prenda antes de lavarla son pequeñas acciones con grandes consecuencias.
Con el tiempo, entendemos que el cuidado también es estilo. Es elegir prendas que nos representan, que queremos seguir usando por años, que nos hacen sentir bien. Cuando las cuidamos, nos comprometemos con ellas. Creamos un vínculo que va más allá de la moda pasajera. Nuestro clóset se vuelve un reflejo de lo que somos, y también de lo que decidimos defender.
Porque cuidar tu ropa no es solo alargar su vida: es construir un guardarropa más consciente, más humano y más alineado con el mundo que queremos habitar. Es entender que no hace falta comprar siempre para sentirnos bien vestidos, sino aprender a valorar lo que ya tenemos. Con cada prenda que conservamos, estamos evitando que una nueva contamine, que se gasten más litros de agua, más energía, más recursos.
Cuidar es también una forma de activismo silencioso. Es una decisión cotidiana que genera un impacto enorme. Y lo mejor de todo es que está al alcance de todos.
La moda sostentable no es un lujo. Es una práctica. Y empieza en casa.