Por Aida Raddi Corbari
– “¡Te gusta la pilcha (ropa)!. Cuando tenés algo nuevo, te encanta y vas al espejo a mirarte.” – Me cuenta mi mamá. Para ese entonces yo tenía un año y medio, así que mi relación con la moda viene desde que soy muy chica. Recuerdo que tenía vestidos, maquillaje y bijouterie que habían sido de ella o de alguna de mis abuelas y que siempre los usaba para disfrazarme, cuando jugaba con mis amigas. Me acuerdo también que siempre elegía el vestido blanco con flores.
Pero en la adolescencia algo pasó que hizo que me olvidara de todo esto, y empecé a vestirme con colores oscuros, remeras de bandas y pantalones algunos talles más grandes que el mío. Me peleé con esa feminidad que disfrutaba explorar cuando era una niña. En mis veintes –Pinterest mediante– me volví a conectar con ese lado que había quedado oculto bajo las remeras de bandas de rock, y los colores y las flores volvieron a formar parte de mi guardarropa; también el maquillaje y los accesorios.
Hoy sé algunas cosas más de mí que no sabía cuándo era más chica. A mí me gusta vestirme bien, pero también me gusta estar cómoda para poder manejarme con total libertad en esta ciudad que todos los días ofrece alguna aventura nueva.
Poder encontrar ropa que se adapte a mis gustos y a mis necesidades no es fácil, menos cuando usas talles grandes y la cosa se pone peor cuando las marcas manejan precios muchas veces restrictivos y donde los fabricantes se inventaron una de las mejores estrategias de marketing de los últimos tiempos: el talle único. ¡Como si tal cosa existiera! Lo que lo convierte en una gran estrategia de marketing no es que sea algo bueno, sino que perduró en el tiempo y que se hizo sentido común en la sociedad. ¿A quién se le ocurrió semejante barbaridad? Me pregunto, y me respondo que seguramente fue la misma persona que decidió traer una tabla de talles estándar del norte del mundo, ignorando que las latinoamericanas tenemos caderas y busto. La periodista Luciana Peker al respecto en su libro ‘Putita Golosa’ dice que el disciplinamiento del cuerpo único no es inocente, casual o despolitizado, que “como toda exclusión, quedar afuera del placard de la moda es quedar encerradas en el closet de las indeseables” Y yo coincido.
Creo más en buscar el estilo propio que en seguir las modas, que cambian cada vez más seguido. Prefiero buscar cosas que me gusten y que me hagan sentir bien, en lugar de estar con una prenda que me hace sentir incómoda pero hay que usarla por que las ‘Las tendencias’ lo dicen. Mi armario ideal tiene uno -o varios- ‘the little black dress’, polleras acampanadas y vestidos que parecen sacados de una colección de Dior de los años 50. Aunque en la realidad, los pantalones son lo que más se ajusta a la vida urbana, así como los zapatos o zapatillas al ras del suelo y prendas de colores lisos que son fácilmente combinables.
Muchas de estas prendas de a poco las estoy empezando a conseguir en el circuito de emprendedores y marcas independientes, pero esto es reciente, porque hace tan solo dos o tres años la industria de la moda decidió que las personas plus size podemos vestirnos bien y eso permitió que aparecieran varias marcas que nos ofrecen diferentes opciones, habilitando la posibilidad de explorar cómo nos gusta vestirnos y qué nos hace sentir cómodas y bellas.
– Yo fui puliendo mi estilo personal como pude, pero es bueno saber que las adolescentes de hoy en día no van a tener que hacerlo.