Por: Isabel Jiménez Alegria

En el Istmo de Tehuantepec, en el sureste de México, existe una comunidad de mujeres que se caracterizan por la forma en la que se visten. La referencia más popular de las mujeres “Tehuanas” como se les conoce popularmente es la de sus vestidos de terciopelo negro, bordado con flores de colores. Este es un dato particular ya que si bien es cierto que el color negro es popular para la elaboración de este tipo de prenda, también es verdad que actualmente el terciopelo es una tela difícil de usar a temperaturas tropicales que alcanzan los 44°C en el verano.

 

Los trajes regionales elaborados en terciopelo son una pieza reservada para ocasiones especiales y para el uso de las personas que desempeñarán un papel protagónico en los eventos sociales y religiosos.

Me gustaría poder explicar la razón por la que una influencer de la moda local escogiera el terciopelo para mezclar tanto estructuras prehispánicas como líneas europeas previas al siglo XX y así creara un atuendo que ha sido recreado e intervenido desde la década de los 90’s por el diseñador Fernando Mafud, hasta el trabajo realizado por la firma Dior en su colección crucero 2024.

Se presume que la influyente Juana C. Romero es la autora de dichas piezas alrededor de 1850, según se presume en varias publicaciones literarias y gubernamentales. Sin embargo, de la misma manera que varios elementos de la moda, el traje regional no cuenta con un registro exacto de autoría, lo que es un factor que engrandece el misterio, otorgándole tanto encanto como una oportunidad a los creativos locales sumergidos en esta estética de integrarlo a su trabajo.

 

Sin embargo, ¿Por qué el imaginario del traje está realizado en terciopelo tomando en cuenta el clima tropical de la región?. Es importante recordar que el terciopelo no siempre ha sido un tejido de poliéster que se encuentra en distintos colores en la mayoría de las tiendas de telas. No hace tantos años, antes de la década de los 70’s en el siglo XX,  previo a la popularización de los tejidos sintéticos, las telas eran fabricadas con materiales de origen natural; algodón, lino, seda, por mencionar algunos. Por lo que es lógico pensar que telas como el terciopelo o el satín, fueran artículos especiales, ya que los elementos que las caracterizan como el brillo o el tacto son efectos que se logra al mezclar la calidad de su materia prima, la seda por ejemplo, con un ligamento que estructure la tela. En el caso del terciopelo de seda, además del brillo y suavidad de la tela, este material proporciona a su usuario una sensación suave, fresca, agradable en climas húmedos y calurosos. Efecto totalmente contrario al poliéster, en especial si este se presenta en un tejido pesado.

El mismo fenómeno industrial que ha facilitado el fast fashion, ha afectado otros tipos de vestimentas como la ropa tradicional en el Istmo de Tehuantepec. La creación de materias primas más accesibles tanto en volumen como en costo, ha generado una revolución silenciosa alrededor de la forma en la que nos vestimos, ya que aunque los cambios no son obvios a primera vista, estos tienen un efecto en la forma en la que percibimos nuestro entorno.

Hoy en día aún es posible encontrar terciopelo de seda en tiendas especializadas. Sin embargo, el costo de $50 USD dlls por metro sobrepasa por mucho los $2 USD dlls que se pagan por un metro de esta tela en su versión de poliéster.

 

Pareciera sencillo pedir a las personas que continúen con sus tradiciones intactas, sin embargo, por lo que podemos ver, la disponibilidad de materia prima, los costos e incluso el clima, nos llevan a tomar decisiones prácticas.

 

Este tipo de decisiones han llevado a comerciantes, diseñadores y creativos a ingeniar nuevas prendas conservando los bordados regionales. ¿Tendrán estos diseños un impacto a largo plazo en la cultura local?, ese es un tema para otra publicación.