Por Camila Hermida Romero, Colaboradora Colombia
Desde hace más o menos 3 años mi mundo gira en torno al vestir. Aunque trabajando desde casa, ya no pienso tanto en qué abrigo utilizar para enfrentarme al siempre cambiante clima bogotano, pienso más bien en la sensación de la tela sobre mi piel y cómo quiero sentirme durante el día.
The entender mi estado de ánimo para vestir siempre ha sido importante para mí; me transporta a uno de mis recuerdos más antiguos, un recuerdo que a veces visito con sospecha.
Tenía alrededor de 4 años y era un día normal de un mes normal, un mes como abril; recuerdo tener un vestido de princesa rosado y dorado en algún lugar del armario, y recuerdo decir a mis papás que era un día especial y podía ir disfrazada a clase. Podía utilizar ese vestido.
Ese día entré al salón como princesa, de los pies a la cabeza; y más de 20 años después aún recuerdo lo poderosa que me sentí. Recuerdo el color de la tela, la textura de los detalles en el vestido y el rizo pequeñito que me caía a un lado de la cara. Recuerdo que, por un día, los demás niños me trataron diferente y me sentí como una pequeña heredera de la nobleza.
Al mencionar esta historia a mis papás ellos dudan que sea verdad, pero al final eso no es tan importante, lo importante es que es mi primer recuerdo relacionado con el vestir – o clothing memory – como menciona Mary Lou Rosencranz, una profesora de economía del hogar que investigó sobre psicología y sociología aplicadas al vestir en la década del 70.
Nuestra memoria del vestir o clothing memory es parte fundamental de quienes somos como personas. Estos primeros recuerdos, según su investigación, varían mucho de una persona a otra, pero tienen ciertos puntos de encuentro. Normalmente una mujer recordará con detalle algún atuendo que utilizó entre los 3 y los 4 años – como mi vestido de princesa – mientras que para un hombre este tipo de recuerdos aparecen entre los 7 y 8 años y no tienen la misma profundidad. Además, pueden estar asociados con situaciones desagradables o momentos en los que algún adulto les llamó la atención por la forma en la que estaban vestidos.
Rosencranz escribió sobre este tema, entre muchos otros, y llegó a relacionarlo con nuestro clothing awareness, que vendría siendo la consciencia de que vestimos. Esta consciencia determina qué tanta importancia damos al vestir a lo largo de nuestras vidas y qué tan cómodos nos sentimos en relación con el mundo de la moda, siendo clave a la hora de plantearnos nuestra relación con la sostenibilidad.
¿Cómo comienza nuestra historia con la moda? ¿De dónde vienen nuestras preocupaciones al vestir? Responder estas preguntas nos lleva a entender por qué estamos aquí, escribiendo – en tu caso leyendo – estas líneas hoy.
Empezar a buscar formas más sostenibles de habitar y vestir no es fácil y puede convertirse en una tarea titánica, pero si tenemos claro el por qué podemos disfrutar del proceso. Para mí, encontrar formas de vestir y sentirme poderosa y en armonía con mi entorno, es importante porque seguramente a esa niña disfrazada de mis recuerdos la haría sentir orgullosa.
Para ti, ¿Cuál es tu primer recuerdo del vestir? ¿Qué te trae aquí?