Por: Camila Rua
Los aranceles de Estados Unidos han puesto en aprietos a países asiáticos exportadores de moda, como China, Bangladesh y Vietnam, con impuestos que superan el 30%. China respondió a través de redes sociales, generando polémica sobre la trazabilidad de los productos de lujo. Este conflicto abre una oportunidad para el mercado de moda latinoamericano, que cuenta con capacidad de producción, calidad en sus productos y materias primas disponibles.
La amenaza arancelaria de Trump se materializó desde su llegada al poder, afectando principalmente a China. El gigante asiático es responsable del 30,1% de las exportaciones de confección y del 41,5% de textiles, quién ahora enfrenta un arancel total del 54%.
Actualmente, cuando se piensa en productos chinos, marcas como Temu y Shein vienen a la mente, pero no las casas de lujo. Sin embargo, la revelación de que algunas marcas de alta gama utilizan componentes de origen chino en su producción fue la estrategia que empleó China para responder en redes sociales a los altos aranceles.
Este hecho desató una ola de desinformación sobre el origen real de los artículos de lujo y a su vez abrió paso para cuestionar su trazabilidad y procesos de fabricación. Desde iniciativas como Universo MOLA se han planteado estos cuestionamientos por muchos años.
Ambos sucesos representan una ventana de oportunidad para la moda latinoamericana, ya que los aranceles impuestos a los países de la región no superan el 20%. Además, naciones como Colombia ya han explorado este mercado: según Inexmoda, en 2024 el país exportó a Estados Unidos 223 millones de dólares en textiles y confecciones.
El creciente interés por la sostenibilidad y la trazabilidad también beneficia a América Latina, donde las marcas se han destacado por su calidad, transparencia en la cadena de suministro y compromiso social.
Sin embargo, es clave que las empresas entiendan que exportar no solo implica enviar productos, sino que requiere una planeación estratégica. Para aprovechar este escenario, las marcas deben conocer a profundidad sus capacidades económicas y productivas, así como el mercado objetivo. Es decir, para capitalizar el contexto actual, deben identificar los puntos de dolor del mercado estadounidense, arriesgarse con propuestas innovadoras y, sobre todo, mantener la esencia que las distingue.
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