Por: Catalina Diaz


La hiperconectividad y el confinamiento de los últimos años han dado lugar a una comunidad interconectada ávida de experimentar y debatir sobre el mundo de la moda. En particular, la Generación Z busca una conexión auténtica con los microcosmos de la moda y anhela participar en ellos. Este cambio ha provocado la proliferación de eventos de moda que van más allá de las pasarelas tradicionales, como festivales y tiendas colaborativas, los cuales involucran a la comunidad y fomentan conversaciones sobre sostenibilidad y reutilización textil.

Desde las primeras pasarelas, en las que solo se escuchaba el sonido de los tacones golpeando el suelo, hasta las pasarelas virtuales en Second Life, la experiencia inmersiva de estas demostraciones ha pasado por innumerables cambios históricos hasta la actualidad. Hoy en día, podemos identificar una intención por parte de algunas marcas de integrar a un público cada vez más interesado en los cambios dentro de la moda.

En 1860, Frederick Worth, conocido como «el padre del Haute-Couture», tuvo la idea de presentar sus diseños en personas en lugar de maniquíes. Estas modelos se mantenían como estatuas, muy diferente a las pasarelas que vemos en los videos de Instagram o TikTok. Con el paso de los años, las ubicaciones de las pasarelas se trasladaron a espacios más amplios y representativos de las colecciones, y se comenzaron a incluir fotógrafos, los cuales habían estado prohibidos por el temor a espionaje y robo de diseños. No fue hasta aproximadamente 1960 que se motivó a las modelos a mostrar otras facetas de su personalidad para abandonar la tensión y austeridad con las que se desenvolvían en estas demostraciones.

Hasta entonces, estas exposiciones solo contemplaban a un público que formaba parte de la élite, con cierto poder adquisitivo o relevancia social para las marcas. No fue hasta 1989, con la colección de Maison Margiela (Primavera/Verano 1990), que la dinámica cambió por completo. Se alejó de la idea del salón oficial y de las presentaciones formales, trasladando la pasarela a un patio de juegos en las calles de París. Al ser un espacio público, fue necesario incluir a quienes ocupaban ese espacio para llevar a cabo la idea. Así fue como los niños y niñas de las escuelas del barrio terminaron creando las invitaciones para el evento, mientras Martin y su equipo planificaban un paseo para entretener a los niños mientras se instalaba la pasarela. Los primeros asientos fueron ocupados por estos mismos, quienes terminaron trepando a la alfombra poniéndose a jugar con las modelos, dejándonos una de las fotos más icónicas del mundo de la moda que recordamos hoy en día.

Es cierto que actualmente la mayoría de estos eventos están dirigidos a un público cerrado, que no busca simplemente contemplar el objeto artístico como una exposición en un museo. Sin embargo, la hiperconectividad y el confinamiento de los años anteriores han generado una comunidad mucho más interconectada a la hora de discutir sobre los eventos del «mundo de la moda». Cada vez son más las personas que desean establecer una conexión con estos microcosmos o nichos de la vestimenta, como lo es especialmente el caso de la Generación Z. En el contexto de la pandemia, las grandes casas de moda se han aliado con diversas plataformas virtuales para comunicar al mundo sus diseños. Por ejemplo, Jonathan Simkhai utilizó Second Life para su colección de otoño/invierno 2022, y se creó la «Metaverse Fashion Week» en el mismo año, experiencias en las que cualquiera con un dispositivo y acceso a Internet podía participar. Las pasarelas se han convertido en espacios de expresión, inclusión y empoderamiento. Ya no se trata solo de presentar prendas de moda, sino de crear una experiencia inmersiva y significativa para el público. Este cambio nos invita a reflexionar sobre el potencial transformador de la moda como una forma de arte y como una plataforma para el diálogo social.

Todo esto es una posible razón por la cual cada vez encontramos más contextos para la difusión del vestuario, ya sea a través de organizaciones de diseñadores independientes, marcas, etc. En el caso específico de Chile, este fenómeno parece estar en aumento. En lo que llevamos de este semestre, hemos presenciado pasarelas exclusivas, pero también inclusivas, como es el caso de «Estación Upcycling», un festival organizado por creativos del mundo de la reutilización textil con un enfoque educativo que incluye conversaciones sobre sostenibilidad en la confección del vestuario. Como cierre de estos festivales, donde se convocan a varios expositores de marcas locales, se organiza una pasarela. En el último caso, esta pasarela se ubicó en el Parque Cultural «Ex Cárcel», uno de los lugares más visitados en Valparaíso, y, por supuesto, es un espacio abierto a cualquiera que desee ser parte de esta experiencia, ya sea que hayan asistido directamente o que estén paseando por los alrededores. La comunidad se involucra en la presentación porque se entiende que la vestimenta también es un tema social, y en el ámbito del impacto medioambiental, la inclusión del público es fundamental.  

En lo que llevamos del año, han surgido cada vez más instancias similares que buscan romper con los moldes tradicionales de la moda. Se han multiplicado las tiendas colaborativas que utilizan las calles circundantes como su lienzo, transformándolas en verdaderas galerías de moda al aire libre. Estos espacios efímeros se convierten en plataformas para exhibir los trabajos de diseñadores emergentes.

 Además, diversas agrupaciones de diseñadores locales han unido fuerzas para crear propuestas innovadoras. Un ejemplo destacado es el colectivo «Atenta Taller», conformado por un grupo de mentes creativas comprometidas con la exploración de nuevas formas de expresión a través de la moda. Estos diseñadores han colaborado estrechamente para organizar un desfile único y memorable. Cada prenda presentada en este evento fue cuidadosamente seleccionada para reflejar la identidad y el estilo distintivo de cada marca. Esta iniciativa, que se llevó a cabo en medio de una fiesta, rompió con los esquemas convencionales de presentación de moda.   

En este nuevo paradigma, el público ya no es solo un espectador pasivo, sino que se convierte en parte integral de la experiencia. El impacto social y medioambiental de la moda se reconoce y se valora, y cada vez más personas desean contribuir activamente a través de su participación en eventos y discusiones relacionadas con la vestimenta. En resumen, el futuro de las pasarelas de moda locales se vislumbra cada vez más inclusivo, participativo y comprometido con las preocupaciones de la sociedad. Al unir diseño, expresión personal y conciencia social, las pasarelas se convierten en un espacio donde la creatividad se encuentra con la comunidad, generando una experiencia única. 

Fuentes: 
https://www.theguardian.com/fashion/2018/feb/15/the-view-from-the-front-row-a-history-of-the-fashion-show-photo-essay
https://www.theinterline.com/2022/06/30/where-digital-and-physical-collide-the-new-era-of-digital-fashion-shows/
https://www.businessoffashion.com/articles/fashion-week/remembered-the-game-changing-martin-margiela-show-of-1989/