Por: Ileana Gonzalez
Cuando era chica deseaba tener una Barbie. No recuerdo cuando sentí esa necesidad, pero ese mundo completamente rosa me atrapaba, me cautivaba. En ese entonces no sentía afinidad con jugar con muñecas bebé y Barbie me abrió las puertas a otra forma de jugar. Cada vez que miraba las publicidades deseaba tener la ropa y accesorios para intercambiar, también el auto, Ken, la casa y un largo etcétera que eran inalcanzables para el bolsillo de mi casa. Incluso, hablando hace un tiempo con mi mamá, recordamos la Barbie original que me regalaron una navidad. Ese día me confesó que nunca habían podido comprarme una por los costos y en esa ocasión habían podido hacerlo ya que tenía un defecto en el accesorio y por ello habían rebajado el precio.
Muñeca Barbie Fashionistas. Versión 2011.
Créditos: Christelle Mora.
Como explica Altmann, “Barbie es la primera muñeca en tener colecciones de ropa que se pueden comprar por separado. Barbie es consumista y educa para el consumo.” Así como a mí, a muchas niñas nos educó la televisión y las publicidades para desear y consumir sin límites. Pero muchas también se quedaban en la etapa de deseo o conformándose muchas veces con productos truchos o de imitación.
En el capítulo de Los Simpson “Lisa contra Stacy Malibú” se puede ver este consumismo cuando Lisa trata de convencer de que la única novedad de Stacy Malibú era el sombrero, pero a las niñas no les importa y lo compran igual. También en la nueva película de Barbie se ve reflejado cuando Barbie, Gloria y Sasha van a Barbieland y Gloria le cuenta a Barbie que había perdido las botas que estaban usando y que, para tenerlas, debía comprar la Barbie de nuevo y su madre se había negado.
En palabras de Lipovetsky se trata de un consumo efímero donde “el breve tiempo de la moda y su caducidad sistemática, se han convertido en características inherentes a la producción y al consumo de masas, donde la competición se basa en innovar, lanzar nuevos artículos, muchas veces revestidos de simples perfeccionamientos de detalle que confieren un “plus” a los productos.”
Volviendo a la película de Barbie, podemos pensar a Barbieland como el lugar donde se acumulan un sin fin de productos que se desechan, se acumulan, se olvidan, para finalmente ser reemplazados por otros que más venden. Porque en un sistema de economía lineal, se produce sin medida, se llenan las estanterías y en el caso de no funcionar, se descontinúa y se descarta. Entonces, ¿Realmente es necesario seguir produciendo tantos productos? y sobre todo, ¿produciendo sin conciencia o quizás con conciencia de lo que solamente interesa: “generar dinero” sin importar las consecuencias?
Barbie es sinónimo de consumismo, tanto como marca, como en la fantasía de ser una mujer que tiene todo, que vive en un mundo material, como dice la canción. Creo que es interesante tomarlo como un punto de partida para cuestionarnos quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos ser. Preguntarse, ¿Realmente necesito esto? ¿Qué tipo de consumo estoy haciendo y qué cambios necesito hacer?
Referencias
Lipovetsky, G. (1990). El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona, España: Editorial Anagrama.
Altmann, H. (2013). Barbie e sua história: gênero, infância e consumo. Pro-posições, 24(1), 275–279. https://doi.org/10.1590/S0103-73072013000100017