Por Jaqueline Quesada
La producción artesanal de añil en Santiago Niltepec, Oaxaca, se encuentra en una encrucijada. Este tinte natural, de gran importancia cultural, enfrenta desafíos económicos y climáticos que ponen en riesgo su continuidad.
Paulino Toledo, miembro de la comunidad de Santiago Niltepec y conocedor de la tradición del añil, describe el complejo proceso de elaboración: «Comienza con la siembra del jiquilite en mayo, luego se cosecha en agosto, septiembre y principios de octubre». Un proceso artesanal que requiere de tiempo, esfuerzo y que depende en gran medida de las condiciones climáticas.
«Este año, la falta de lluvias afectó la producción», señala Toledo. Los costos de producción varían, pero el precio del kilogramo de añil oscila entre los $3,000 pesos mexicanos (aproximadamente $159 dólares estadounidenses). Sin embargo, la presencia de intermediarios que compran a precios bajos y revenden con altos márgenes de ganancia, dificultan la obtención de un beneficio económico justo.
La falta de organización entre los productores de añil impacta tanto en la comercialización como en el acceso a apoyos. «Por parte de los productores hay pequeños grupos, pero no hay nada consolidado», comenta Toledo, subrayando las dificultades para la exportación y la ausencia de un programa gubernamental que atienda sus necesidades.
A esto se suma la competencia con los tintes sintéticos, que son más baratos. «Los tintes sintéticos desplazaron a los naturales», explica Toledo, quien destaca que «el añil fue fundamental en la economía de la comunidad en el pasado».
Afortunadamente, el añil está experimentando un resurgimiento gracias a los esfuerzos del maestro artesano Jesús Armando Rodríguez Cruz, quien imparte cursos y talleres, formando a un nuevo grupo de personas que se dedican a teñir playeras, prendas de vestir e incluso la indumentaria tradicional del estado.
A pesar de los desafíos, miembros de la comunidad de Santiago Niltepec como Paulino Toledo mantienen viva esta tradición ancestral. El creciente interés internacional por el añil, la Feria Cultural del Añil, el uso de redes sociales para su promoción y la formación de nuevos tintoreros, aportan un rayo de esperanza para el futuro de este «oro azul» mexicano.
Un legado ancestral de latinoamérica
Su historia se remonta a la época prehispánica, donde los mayas lo utilizaban en rituales, cerámicas y pintura. El famoso azul maya, utilizado en murales desde el año 300 d.C., es un ejemplo de nanotecnología milenaria, combinando añil con arcilla palygorskita para crear un pigmento de excepcional resistencia, como se aprecia en los murales de Bonampak, Chiapas.
Con la llegada de los españoles, la producción de añil se intensificó en Centroamérica. El Salvador se convirtió en un importante centro productor en el siglo XVI, en donde fue un pilar de la economía salvadoreña hasta la aparición de los tintes industriales.
El interés por el añil se está revitalizando en toda la región, con festivales como el Festival del Añil en Suchitoto, El Salvador, que promueven la cultura y la identidad a través de este ancestral pigmento.